La Paz total de la que tanto habla el presidente cada vez que sale al balcón o en las marchas que él mismo ha convocado refleja una desconexión de la realidad.
Ya casi se completa el primer año de la llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia, el primero de izquierda y un exguerrillero. La “Paz Total” fue una de sus promesas de campaña. Sin embargo, él mismo afirmó que este término es un invento de la prensa, faltando a la verdad. Al final, esa promesa lo llevó a ocupar la Casa de Nariño.
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!No niego que Petro tiene un pensamiento ambicioso, antes de ser presidente ya tenía en mente cómo acabar con la guerra, el hambre, reestructurar el sistema de salud y pensional, la educación, etc. Pero una cosa es imaginarlo y otra vivirlo, gobernar no es fácil, porque, aunque fue elegido por 11 millones de personas debe dirigir a 50 millones.
Las cifras de violencia por parte de los grupos armados se recrudecen cada día, Indepaz cuenta ya 55 masacres y 97 líderes sociales que han muerto en lo que llevamos del 2023. El desplazamiento forzado, el reclutamiento de niños, niñas y jóvenes para la guerra y los paros armados que obligan a las poblaciones a estar privadas de la libertad, pero en sus propias casas siguen aumentando.

La Paz total de la que tanto habla el presidente cada vez que sale al balcón o en las marchas que él mismo ha convocado refleja una desconexión de la realidad.
Sentarse en una mesa a negociar para que se deje de secuestrar, asesinar, extorsionar y dejar las múltiples formas que adopta la guerra en Colombia es algo que no se puede desconocer. Este gobierno comenzó por la guerrilla del ELN, y aunque ese proceso avanza lento, es el primer cese que tiene más fuerza en este momento. Sin embargo, si no hay unas bases claras desde el principio de parte de ambos, seguirán las dudas y escepticismo.
Seríamos muy ilusos pensar que cuando el ELN (Ejército de Liberación Nacional) deje las armas, si es que esto ocurre, se acabaría la guerra y la violencia. Quedan las otras mutaciones, como el Clan del Golfo o las disidencias de las FARC-EP, sin contar las bandas criminales que aún siguen buscando en el narcotráfico subsistir.

Vuelve una pregunta recurrente y es si los que están negociando en La Habana, Cuba, son los mismos que están en la selva con los fusiles. ¿Estos grupos armados si tienen voluntad en dejar las armas? o algunos simplemente no quieren, porque encontraron una forma lucrativa de ganar dinero a expensas de la vida de otros.
Expedir un decreto para cambiar el nombre de un grupo armado es solo un discurso más. Tanta libertad por parte del gobierno, puede lograr el efecto contrario, fortalecerlos, ya que el estado en ocasiones es muy ingenuo y permisivo.

No es lo mismo ver desde Bogotá o las grandes ciudades la guerra, que vivirla de frente, como en El Catatumbo, el Chocó, Nariño o Arauca, entre muchas otras regiones. Nos hemos acostumbrado a observarla desde la barrera de la indiferencia.
Las comunidades que viven el conflicto armado en carne propia han sufrido el dolor de enterrar a sus seres queridos, deben salir corriendo por miedo a ser asesinados, se cansan de la extorsión, de que les roben sus tierras o se lleven a sus niños, estamos en un laberinto sin una salida al conflicto.
No ven que el estado llegue a tiempo, con medidas para salvaguardar la vida, no pueden quedar solo en promesas lograr hacer cambios sociales, o esperar a un cese, una negociación, hay que buscar cambiar estructuras, analizar otras opciones, para parar la violencia que vive nuestro país.
Las opiniones expresadas por el autor, no representan la línea editorial del medio de comunicación.

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